martes, 8 de febrero de 2011

El sobre

Con los ojos entreabiertos logras ver borrosamente, gracias a la espesa capa de lagañas por la que son cubiertos, cómo el alba con la timidez de los recién amantes se asoma por el delgado espacio de la ventana que no logran cubrir tus cortinas; el tenue y alargado hilo de luz que se proyecta a través de las infinitas partículas de polvo y aire que se pasean por tu habitación, por aquellas casualidades del la vida, del espacio o del tiempo, golpea justo sobre el reloj que cuelga de tu pared. La manecilla corta esta en el número siete y la larga en el tres, ya es hora de levantarte pues de nuevo es lunes y debes seguir con tu odioso trabajo: buscar trabajo. Hace casi tres meses que te encuentras desempleado formando así parte de la preocupante tasa de desempleo que los noticieros muestran diariamente; te anticipas a la alarma de tu celular que sonará justo en un minuto y sacándolo de debajo de la almohada en donde celosamente lo guardas cada noche la desactivas para evitar que se rompa ese silencio que tanto te encanta de las mañanas. Abres la mesa de noche y sacas la cajetilla de cigarrillos que compraste ayer, tomas uno y lo colocas en tu boca; de seguro te causará mareo y malestar pues te pasa siempre con el primer cigarro del día; piensas esto por un segundo y vacilas con la llama ya encendida pero en un acto de desobediencia hacia ti mismo la juntas al cigarro e inhalas fuertemente el desagradable pero apaciguante humo. De momento piensas a aquella persona, te preguntas si te llamará, que estará haciendo justo en ese instante, si te piensa o si simplemente ya no le importas, odias pensar en eso así que lo dejas de lado y decides tan solo esperar a que te llame o a que se encuentren algún día nuevamente. El cigarro que fumabas tan placenteramente se ha terminado y la nicotina empieza poco a poco a surgir su efecto, el humo te produce mareo y dolor de estomago por lo que piensas que es necesario ir a la cocina y comer, lamentas haber hecho caso omiso de ti antes de encenderlo pero piensas que ya no importa.

Te levantas por el lado derecho de tu cama ya que del lado izquierdo de ésta está ubicada una de las cuatro paredes de tu cuarto que te sirve de refugio en las noches, a la que le das la espalda para no sentir que en ocasiones mientras tratas de dormir te observan desde detrás. Así que habiéndote levantado por el lado derecho de tu cama, ya se argumentó por qué no puedes por el izquierdo, te cuidas de poner primero tu pie derecho sobre el piso y luego el otro; nunca has sido persona supersticiosa: cuando compraste un paraguas lo abriste dentro de tu casa para mirar si era de buena calidad, odias esquivar las escaleras que se apoyan en los lugares de construcción y les pasas por debajo para no perder tiempo y cuando ves un gato negro te agachas estirando tu mano para que éste se acerque y lo logres acariciar, sin embargo en las mañana te reservas el beneficio de la duda como en todas las áreas de la vida y te sientes bien levantándote con el pie derecho pues piensas que a veces mas que una simple expresión éste tonto acto puede llegar a definir ciertas cosas de tu día, mas aún cuando de buscar empleo se trata.

Con el dorso de tu mano derecha te frotas los ojos para disipar del todo la borrosidad causada por la mugre acumulada el día anterior y que durante la noche se convierte en lagañas, esas que al principio de este texto se dice que te hacían ver borroso.

Vas al baño y te sientas en tu trono, haces fuerza para liberarte de la mierda que te agobia (textual y metafóricamente eso es lo que haces a diario), mientras piensas en lo patético de tu vida, sin embargo te alivia ver como una cucaracha se retuerce desesperada tal ves del dolor que le causa el veneno que esparciste por el suelo de tu casa, sin duda alguna dicha cucaracha se veía mas patética que tú o al menos eso querías pensar. Te bañas y te acicalas, aun así evitas mirarte al espejo o solo lo haces lo suficiente, vas a la cocina y tomas tu desayuno, el dolor de estomago se detiene tal ves por haber comido o por lo que hacías mientas la cucaracha se retorcía. Sales de tu casa y prendes otro cigarro en ves de persignarte como cualquier católico como tú lo haría.   

Tener un carro es un lujo casi que imposible para ti, además con el precio de la gasolina y los parqueaderos públicos prefieres tomar el autobús, aunque no se sabe que es peor sabiendo que cualquier maldito parasito podría subirse a robarte lo poco que tienes. Mientras caminas pensando en eso notas a un sujeto que pasa corriendo con su maleta abierta y de la cual se cae un sobre que queda flotando sobre uno de aquellos charcos que las noches lluviosas suelen crear. Corres tu al igual que lo hacía el sujeto, tomas el sobre y decides alcanzarlo para devolvérselo pero ya es tarde, el taxi que tomó justo en ese momento dobla la esquina y se pierde tras las paredes de la ciudad. 

Es un sobre que parece tener dentro de sí un gran número de documentos; en su superficie hay un trozo de papel bruscamente rasgado y pegado pareciera que de afán, dice:

“Que no se hiera su susceptibilidad querido lector, hablo de cualquier dios, del suyo o del de su vecino, no me importa cual, que no le importe cual; es más, que este cuento tenga cierta similitud a un pasaje sagrado que muy seguramente usted ha leído no quiere decir que la forma en este caso haga referencia a tal contenido, solo digamos que desde chico he tenido problemas de creatividad; sé dibujar, no inventando claro está, pero lo hago perfectamente viendo un modelo previo, en este caso es parecido”.

No tiene ni remitente ni destinatario, carece de dirección alguna, nada más dice sobre el. A causa de esto el hecho de devolver el sobre o de llevarlo a quien iba dirigido significa una tarea imposible; entonces se te ocurre que adentro podía haber información alguna al respecto. Mientras todo esto pasa y sin darte cuenta has caminado un par de cuadras, ya lejos del paradero de autobuses miras a tu alrededor y estas en medio de un parque en el que niños juegan y perros defecan, mierda que después alguien pisará y lo hará maldecir, frente a lo cual su acompañante, en caso de tenerlo, dirá que es de buena suerte.

Ves en una parte cercana a la fuente un sitio cómodo y tranquilo en donde sentarte a fumar el tercer cigarro del día y a leer algo que ahora te pertenece a falta de destinatario explicito. Abres el sobre, hojeas por encima mirando y analizando algunos índices gruesos pero no sirve de nada todo esta escrito a mano con una buena caligrafía lo cual juega a tu favor. Lo que había en el sobre decía:


“En el principio era la oscuridad, nada habitaba en medio de las intrincadas fauces del infinito mismo, el silencio se apoderaba de la nada pues no había quien lo rompiera ni quien escuchara. Y he aquí que en medio de ningún lugar un estallido retumbó los oídos de quienes no existían, de quienes no eran capaces de transformar sus  pensamientos en conocimiento, pues el existir es directamente proporcional al pensar y por ende al conocer. Fue exactamente de esta manera y debido a tal explosión llamada “razón” sucedida de repente por una reacción atómica en medio del vacío de la ignorancia, que surgieron las ideas; se formaron infinitas constelaciones y constructos imaginarios, se formaron infinidad de planetas y galaxias perceptivas, y en una de esas galaxias, mas exactamente en uno de sus planetas se formo aquel que llamamos creatividad. El Hombre, creador de dicho estallido al ver su maravillosa obra se sintió orgulloso y lleno de felicidad, hecho esto decidió tomar un descanso como lo era debido ya que tal obra recién creada le había tomado mucho trabajo y empeño por lo cual sus fuerzas se hallaron agotadas; así fue entonces como transcurrió el día primero.
Al segundo día El Hombre se levantó y admiró su obra pero se dio cuenta que aun faltaba mucho por hacer, entonces trabajó con empeño creando así el cielo que inspira las ideas y la tierra que las hace posibles, pero dichas ideas habían de ser comunicadas y no solo adoptadas por lo cual creó los códigos, las señas y el grandioso reto de una lengua articulada. La felicidad era tal que quiso expresarla dejando su legado inscrito en las paredes; logró hacer imágenes de si mismo y de todo lo que lo rodeaba, logró escribir historias y narrar travesías, logró describir cosas del pasado que durarían para siempre usando hojas machacadas, barro como pigmento y roca como lienzo. Horas después y con mas dedicación perfecciono aquel reto de que se habló con anterioridad convirtiendo así una simple intención de lengua articulada en algo que ahora conocemos como palabras; dividiéndolas y clasificándolas en diversos estilos a los que llamó idiomas; los repartió a través del mundo dándoles a cada uno un lugar y una procedencia, una historia y sus descendencias; les ordenó crecer, mezclarse, procrear y aparearse unas con otras por lo cual surgieron muchos mas. Al ver El Hombre el resultado de esta última y maravillosa obra se sintió aun más orgulloso pero el cansancio en definitiva era aun peor; hecho esto decidió tomar un descanso y culminó así el día segundo.

Al tercer día El Hombre creó el mar con sus mas hermosas olas y movimientos que reflejaban la existencia misma del individuo; los espacios eran tan gigantescos que hasta él mismo solía perderse y naufragar en sus aguas saladas, aguas que divagaban entre una opinión u otra, entre una idea valida y otra refutada, mares de movimientos y filosofías que ahondando en el concepto de auto-cuestionamiento se contraponían unas a otras justo como las olas se posan sobre la calida arena para luego desaparecer arrastrando consigo todo cuanto tocan. Creó así mismo los fuertes vientos que conducen a los veleros y navíos existenciales a lugares incógnitos, creó las olas inmensas que arrasan lo que se encuentren como cuando uno se hunde por sus propias palabras, creó las aguas claras que reflejan tranquilidad y transparencia y así mismo las aguas turbias y profundas que resguardan la banalidad del ser mismo; a este mar le dio por nombre “conciencia”. El Hombre se sintió a gusto con lo creado y decidió tomar un descanso terminando así el día tercero.

El cuarto día fue el día que El Hombre decidió relacionar todo lo creado los días anteriores; relacionó las lenguas, relacionó las diversas razones y los diversos constructos de realidad, relacionó las montañas y los mares reuniendo todas aquellas características en una sola entidad: en si mismo. A tal resultado de lo recién creado le dio por nombre: “individuo-sujeto”; fue consciente de llamar a su ultima creación por este nombre bipartita ya que ésta mientras era libre de tomar decisiones, de crear pensamientos y de regirse por una serie de parámetros propiamente subjetivos; se regía también por un contexto, se desenvolvía bajo ciertas normas exógenamente establecidas, que no eran inherentes a él mismo pero que hacían parte de su ser. El Hombre al ver lo apenas creado se sintió muy cansado pero feliz y así termino el día cuarto.

En el día quinto sucedió algo peculiar, El Hombre empezó a preguntarse en cuanto a creer en algo mas que en sus mismas habilidades, empezó a cuestionarse en cuanto al porque de su existencia puesto que podía dar razón de todo lo de mas ya que el lo había creado, mas no de si mismo, estableció que era necesario concebir algo superior a Él, algo que explicara el porqué de Él, era bueno todo aquello que ya había creado, porque lo había apartado del letargo y la no existencia en medio de su existencia pero ya no era suficiente haberse apartado de la animalidad salvaje y haberse adentrado a una animalidad razonable sino que era necesario empezar a creer justamente en eso mismo: en creer. EL Hombre creó a dios.

Cuando terminas de leer esto te das cuenta que algo más seguía, pero la hoja esta bruscamente rasgada, arrancaron una parte; asocias cosas, pasas a la siguiente página.

El día sexto El Hombre refuta lo hecho el día quinto. Comprende según él que hay otras posibilidades, comprende que hay otras explicaciones de porque El esta ahí, se convence a si mismo que el “por qué” no se resume a un solo “por quién”, intenta por el método, saber sistemático, definir algo aparentemente indefinible; retoma nuevamente eso creado por Él el primer día lo (cual subrayé y resalte por si te devuelves a mirar que es, te sea mas fácil encontrarlo) y trata de dar una explicación alrededor de tal concepto a su misma existencia. He aquí que El Hombre en cierta medida no solo construye sino que también destruye incluso aquello que con tanto esmero ha creado, pero también he aquí que desfuir puede ser bueno o malo partiendo de lo subjetivo. Aquel día el hombre vio que lo recién hecho era lo mejor y descansó.

El séptimo día es ahora, tu leyendo esto, yo escribiéndolo, tu levantándote a las siete y cuarto para ir a buscar trabajo con los pulmones podridos de nicotina, tu que te crees tan patético hasta el punto de buscar consuelo en la cucaracha que se revuelca en tu baño después de tu haber recordado a la mujer que te jodió la vida, tu que no te miras al espejo porque crees ser un fenómeno cuando muchos quisieran verse como tu, tu que te preocupas por levantarte con el pie derecho sin darte cuenta que con cada paso que das creas conocimiento, con cada paso creas historia y descubres novedades, (pregúntale a alguien que haya perdido sus pies por la guerra con cual quisiera levantarse), pasos que te llevaron al momento y al lugar preciso en donde cayó mi cuento, en aquel charco de invierno de donde lo recogiste y tuviste intención de devolverlo sin saber que justamente era para ti, aquellos pasos que te llevaron a la banca en la que ahora estas sentado leyendo estas hojas, aquellos pasos que te alejarán de allí. El día séptimo es ahora y tú eres El Hombre creador, de ti depende que lo que hagas sea bueno cual concepto de lo bueno tengas…”

El texto termina en puntos suspensivos y junto a él hay muchas hojas en blanco; miras dentro del sobre y te das cuenta que hay un esfero, el mismo con el que lo que acabas de leer fue escrito. Guardas las hojas en el sobre, enciendes otro cigarro.


Andres Felipe Becerra
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